2.1. La esencia de la calidad en la inversión
Módulo 2: La filosofía de la calidad como ventaja eterna
Para aprender a invertir, bastan dos cursos: cómo valorar una empresa y cómo pensar en los mercados. No hace falta ser un genio con 180 de CI; basta con entender nuestro círculo de competencia, practicar la contabilidad prudente y, sobre todo, conservar la estabilidad emocional. Así reducimos el riesgo de cometer errores dictados por la euforia o el pánico.- Warren Buffett
Introducción
Recuerdo las primeras veces que me topé con todo tipo de teorías en la Bolsa: insiders que daban pistas de oro, gurús presagiando crisis inminentes, “chollos” de empresas que prometían multiplicar por diez. Confieso que, en mis inicios, me dejé llevar por esas melodías: era tentador creer en el éxito inmediato. Pero, según fui leyendo a inversores excelentes—Buffett, Munger, Terry Smith, Nick Sleep…—, me di cuenta de que la sostenibilidad de una tesis de inversión no se basa en pronósticos espectaculares ni en la expectativa de subidas rápidas. Más bien, se apoya en la calidad del negocio: en la solidez de sus ventajas competitivas, la resiliencia de su modelo de negocio y la transparencia de su directiva.
Con el tiempo, descubrí que no todo “buen negocio” es idóneo para construir mi patrimonio a largo plazo; algunas compañías ganan dinero hoy, pero carecen de un foso que las proteja de la competencia o de las disrupciones tecnológicas. Otras tienen un gran potencial de crecimiento, pero incurren en riesgos que podrían llevarlas a la quiebra si el entorno cambia. Así es como llegué a la inversión en calidad: un enfoque que busca empresas capaces de generar y sostener retornos notables en el tiempo, gracias a una mezcla de atributos —desde patentes a marca— que dificultan a los rivales arrebatarles su posición.