9.1. Introducción a carteras
Módulo 9: Construyendo la cartera intocable
La mayor fortaleza de un inversor es su capacidad de no hacer nada cuando tiene la razón, y de actuar rápidamente cuando descubre que está equivocado – Charlie Munger
¡Seguimos avanzando y ya nos aproximamos al tramo final del curso!
Tras profundizar en aspectos clave de la inversión en calidad (desde la identificación de moats duraderos hasta el análisis de directivas, pasando por la valoración), en este nuevo módulo nos adentraremos en un tema tan complejo como poco tratado: la gestión de carteras. ¿Por qué merece tanta atención? Porque de nada sirve comprender a fondo las empresas si no sabemos estructurar nuestra cartera de manera que maximice oportunidades y controle riesgos.
Lo cierto es que pocos inversores se preocupan de construir y mantener una cartera de forma metódica, y ahí se esconden los errores más costosos. Por eso, veremos paso a paso cómo concentrar cuando conviene, diversificar donde es inteligente y, sobre todo, conservar la convicción en situaciones volátiles.
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Ahora sí, comencemos con el contenido de este nuevo módulo…
1. Introducción a la gestión de carteras
La idea de poseer una “cartera intocable” puede sonar, a primera vista, como una exageración. ¿Significa acaso comprar acciones y jurar no venderlas jamás, pase lo que pase? En realidad, el concepto tiene más que ver con la construcción de un conjunto de empresas tan sólidas y tan bien seleccionadas, que sea raro y costoso venderlas salvo cambios verdaderamente drásticos en su negocio o directiva.
El inversor en calidad, que busca compañías con moats duraderos y flujos de caja estables, desea una cartera compuesta por “rocas” empresariales capaces de resistir tormentas macroeconómicas y de crecer de manera continua. Profundizamos este enfoque, mostrando por qué es coherente con el resto de la filosofía de inversión en calidad y cómo se puede diseñar una cartera que, sin ser inamovible, aspire a ser lo más permanente y robusta posible.
El sentido de la palabra “intocable”
En la literatura de Warren Buffett, Terry Smith o Nick Sleep, se encuentran reiteradas alusiones a la importancia de comprar negocios “para siempre”. Cuando decimos “para siempre”, lo hacemos con la conciencia de que rara vez algo es literal en los mercados; un cambio catastrófico en el moat o la directiva puede forzar la venta. Sin embargo, la intención es que, si el negocio sigue cumpliendo su tesis, no hay necesidad de rotación ni de pánico ante las fluctuaciones de la cotización. Lo “intocable” no se refiere a la rigidez absoluta, sino a la intención de permanencia siempre que el negocio conserve su ventaja competitiva.
La construcción de esta cartera empieza con la selección rigurosa de compañías excepcionales, visto a lo largo del curso. Esa rigurosidad nos lleva a un número pequeño de empresas que cumplen con un conjunto alto de exigencias: ventajas competitivas de larga duración (marca, patentes, efectos de red…), directivas con alineación clara con accionistas y un historial de rentabilidad. Una vez detectadas estas “joyas” y compradas a un precio razonable, el inversor intenta mantenerlas siempre y cuando su tesis no se rompa. Tal planteamiento reduce la rotación y los costes de transacción y las emociones de la compraventa constante.
2. Por qué la inversión en calidad invita a la permanencia
La inversión en calidad se define por buscar empresas con altos ROIC, moats fuertes y flujos estables. Ese perfil de negocio se presta al estilo buy & hold, porque:
La robustez de los flujos ofrece seguridad: Cuando un negocio tiene poca competencia seria, poder de fijación de precios y un mercado duradero, sus ventas e ingresos no varían bruscamente ante las crisis.
La reinversión es más eficaz: Si la empresa consigue ROIC de, digamos, 20-25%, cada dólar que retenga se multiplica de manera más veloz que en un negocio de menor calidad. El accionista se beneficia de la fuerza del interés compuesto en el tiempo, en vez de andar saltando de acción en acción persiguiendo supuestas oportunidades.
La directiva competente suele reinvertir con inteligencia, ya sea en I+D, en adquisiciones muy selectivas o en recompras de acciones cuando se detecta infravaloración. Con un horizonte de años, se traduce en apreciación de la acción si el moat permanece firme.
Cuando uno entiende la potencia de esa dinámica interna, la idea de vender la posición por una simple subida de la cotización o por un susto en los mercados es extraña. Al contrario, uno retiene las acciones, aprovechando la magia del tiempo y la acumulación de beneficios. Esa es la clave de la “cartera intocable”: solo se deshará si el motivo que nos llevó a comprar deja de existir.
Error, caída del mercado e infrarendimiento: la regla de tres inevitables
En la idea de la “intocabilidad” se asume de antemano la Regla de Tres:
Errores: nadie está exento de comprar en algún momento una empresa cuyos fundamentos eran peores de lo que creíamos, o que sufre un golpe en su ventaja competitiva.
Caídas de mercado: es normal que, cada cierto ciclo, la Bolsa sufra una corrección del 20%, 30% o más. Con una cartera intocable, la reacción no es de pánico, sino de calma al saber que las compañías no ven comprometida su supervivencia; incluso puede ser un buen momento para reforzar posiciones.
Infrarendimientos puntuales: a veces, el mercado se encapricha con sectores de moda, y nuestra cartera de calidad “aburre” a corto plazo. Uno mira su cartera y ve que no sube tanto como las modas, pero cuando esas modas pinchan, la cartera recobra su brillo.
El inversor que asume estas tres inevitabilidades se dota de paciencia y comprensión de que la volatilidad, el error y la comparación con modas fugaces forman parte del proceso. No destruyen la tesis de una cartera centrada en los grandes negocios.