Mi opinión sobre invertir en dividendos
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Tengo que reconocer que dudé bastante antes de sentarme a escribir este artículo. En España, hay una corriente muy fuerte que defiende esta “estrategia de inversión” de manera casi inquebrantable, fanatismo incluso, como un hooligan animando al equipo de su vida. En lo personal, no estoy en contra de que una empresa reparta dividendos; sin embargo, creo que hay una gran diferencia entre escoger una empresa excelente que pueda repartir dividendos (ahora o en el futuro) y convertir el dividendo en un requisito inamovible para invertir, dejando todo la calidad de la empresa en segundo plano.
A menudo me dicen: “Pero si eres fanático de Buffett, y a él le encantan los dividendos”. Es un argumento que he escuchado varias veces cuando comenté las limitaciones de este tipo de política de reparto de capital. Sinceramente, dudo mucho que Buffett haya comprado Coca-Cola, American Express o Apple solo porque reparten dividendos. No es que lo dude, es que tengo clarísimo que hubiese preferido que nunca se lo hubiesen dado y esas empresas hubiesen encontrado formas mucho más eficientes de desplegar el flujo de capital sobrante.
Puede que, a primera vista, te parezca una estrategia tranquila para obtener rentas pasivas, y en apariencia así es. Aun así, te animo a leer este artículo con la mente abierta y a reflexionar si realmente quieres volcar el 100% de tus inversiones en ella. Estoy convencido de que tener éxito en la inversión implica no dejar nunca de aprender, mantener una actitud flexible, mirar atrás para reconocer los errores cometidos, corregirlos y, con suerte, ser un poco mejor mañana que hoy.
Mi intención con estos artículos es compartir algo de educación financiera que pueda resultar útil. Todo lo que aquí expongo son los aprendizajes que he recogido tras miles de horas aprendiendo de inversores mucho más experimentados, inteligentes, brillantes y exitosos que yo. Simplemente, intento transmitir ese conocimiento de la mejor manera que sé. Si eres inversor en dividendos quizás no te replantees cambiar de estrategia al terminar el artículo, no pasa nada, cada uno invierte como le plazca, pero quizás consiga que mires con mucha más cautela la empresa que lo reparte y como lo reparte.
Adelante.
Introducción
La inversión en dividendos es una estrategia popular entre quienes buscan ingresos pasivos estables. Consiste en comprar acciones de empresas que reparten parte de sus beneficios a los accionistas de forma periódica. A primera vista, vivir de los dividendos puede parecer ideal: recibir “dinero por nada” mientras se mantiene la propiedad de las acciones. Sin embargo, bajo su atractivo aparente se esconden debilidades importantes que hacen que esta estrategia pueda ser ineficiente o incluso sobrevalorada.
En este artículo, analizo punto por punto por qué centrarse exclusivamente en los dividendos puede ser menos ventajoso de lo que se cree, abordando sus ineficiencias fiscales, la señal sobre el crecimiento de la empresa, las posibles manipulaciones en las políticas de pago, los riesgos ocultos para el inversor y la falsa sensación de seguridad que ofrecen estas acciones. Compararemos esta estrategia con la reinversión en empresas de alto crecimiento, para poner en contexto el coste de oportunidad que puede suponer enfocarse en los dividendos.
La falsa sensación de seguridad de las acciones con dividendos
Existe una narrativa muy extendida entre inversores conservadores: la idea de que las acciones que pagan dividendos proporcionan una seguridad especial, ya que “pase lo que pase en el mercado, recibes tu dividendo”. Este argumento suele seducir especialmente a quienes buscan independencia financiera mediante ingresos pasivos, pues equiparan la cartera de dividendos a tener un “sueldo” garantizado. Sin embargo, confiar ciegamente en esa supuesta estabilidad es una falacia peligrosa. La realidad es que la rentabilidad por dividendos no aísla completamente al inversor de los vaivenes del mercado ni de los problemas de la empresa. Veamos por qué.
Cuando se dice que vivir del dividendo permite ignorar la volatilidad de las cotizaciones, se asume que el dividendo continuará constante incluso si el precio de la acción baja. Pero, ¿por qué baja el precio de una acción? Normalmente porque el mercado anticipa menores beneficios futuros o dificultades en la empresa. Es decir, si la cotización cae mucho, suele ser síntoma de que “a la empresa no le está yendo bien” en su negocio subyacente. Y si a la empresa no le va bien, ¿Qué creencia hay de que ese dividendo permanezca intocable?
En realidad, un deterioro del negocio tarde o temprano afecta al dividendo. La empresa con menos beneficios tendrá menos dinero para repartir o quizás necesitará redirigir sus escasos recursos a salvar el negocio en apuros. Entonces, el dividendo puede reducirse o cancelarse justamente en los momentos en que más se confiaba en él. Dicho de otro modo: quien vive del dividendo no es inmune a una empresa en dificultades; lo notará cuando vea recortados sus ingresos pasivos.
Algunas empresas prolongan la apariencia de seguridad manteniendo artificialmente el dividendo en medio de problemas,, incluso llegando a endeudarse para pagarlo. Esto puede dar tranquilidad momentánea al “rentista” de dividendos, pero es una engañosa. Si los fundamentos no mejoran, esa calma se rompe abruptamente con un anuncio de reducción de dividendo. De hecho, a veces los inversores por dividendos sufren un doble golpe: primero ven caer la cotización de la acción (aunque lo ignoren, su patrimonio baja) y luego, más adelante, ven recortar el dividendo, confirmando que la empresa efectivamente estaba en problemas.
Otro factor de falsa seguridad es creer que por el hecho de que una empresa haya pagado dividendos crecientes durante décadas, siempre lo va a seguir haciendo. Historial pasado no garantiza futuro. Empresas enormes y aparentemente indestructibles han tropezado en algún momento, y con ello su tradición de dividendos se interrumpió. Un caso conocido fue General Electric (GE), que durante años fue un favorito de los inversores por dividendos hasta que la crisis y errores estratégicos le obligaron a recortar drásticamente su dividendo, desplomando la confianza. Otros ejemplos se vieron en el sector bancario en 2008, donde bancos centenarios cancelaron dividendos. Por tanto, ninguna acción de dividendo es completamente segura; pueden ser menos volátiles en épocas normales, pero ante situaciones extremas pueden fallar igual o peor que otras acciones porque los inversores se confían en exceso.
En conclusión, las acciones que reparten dividendos pueden generar una sensación de tranquilidad – “al menos cobro algo mientras espero” – pero esa tranquilidad puede resultar ilusoria. No existe renta garantizada en la renta variable: el dividendo depende de la salud de la empresa y esta puede cambiar. Quien piense que su cartera de dividendos es como tener bonos sin riesgo, podría llevarse una sorpresa desagradable. La lección es: el dividendo es un componente de la rentabilidad, no un seguro contra la volatilidad ni contra los problemas corporativos. Invertir creyendo lo contrario es confiar en una falsa sensación de seguridad.
El dividendo como posible ilusión de valor (o manipulación)
No todas las empresas que reparten dividendos lo hacen desde la fortaleza financiera; algunas podrían estar manipulando la política de dividendos para atraer inversores, generando una ilusión de valor que no se corresponde con la realidad del negocio. Dado que muchos inversores valoran recibir pagos periódicos, los directivos conocen el poder “seductor” de un dividendo estable o creciente. Esto puede llevar a prácticas cuestionables, como por ejemplo endeudarse para seguir pagando dividendos o destinar a dividendos fondos que serían necesarios para otras áreas críticas. A primera vista, la empresa mantiene su historial de reparto y conserva la confianza de los accionistas deseosos de rentas, pero en el fondo podría estar comprometiendo su salud financiera.
Un caso común es el de compañías que tienen dificultades o caída en sus beneficios, pero no quieren recortar el dividendo por miedo a asustar al mercado. Para cuadrar las cuentas, pueden recurrir a préstamos o a la venta de activos, utilizando esos recursos para seguir pagando dividendos.
¿El resultado? Se da una ilusión de estabilidad al accionista, haciendo creer que “todo marcha bien” porque el dividendo sigue llegando, cuando en realidad la empresa se está endeudando para sostener un pago insostenible. Esto es pan para hoy y hambre para mañana: si la situación de negocio no mejora, tarde o temprano ese dividendo deberá recortarse o eliminarse porque la deuda acumulada ahogará a la compañía. En otras palabras, una política de dividendos generosa puede ser utilizada para maquillar problemas internos, pero solo de forma temporal. Cuando la deuda crece o las reservas se agotan, la verdadera situación sale a la luz en forma de dividendos cancelados y, generalmente, una fuerte caída en la cotización.
Otra forma de “manipulación” es priorizar el dividendo por encima de inversiones necesarias, lo cual no genera valor real sino simplemente satisface a corto plazo a ciertos accionistas. Por ejemplo, destinar una porción excesiva del beneficio a dividendos puede dejar a la empresa sin capital para mantenimiento, innovación o expansión. El inversor recibe su dividendo hoy, pero la empresa quizás pierde cuota de mercado mañana por falta de inversión. Este tipo de decisiones aplaudidas en el corto plazo pueden ser perjudiciales en el largo plazo, ya que sacrifican la competitividad futura.
Un inversor centrado únicamente en el dividendo podría pasar por alto que la empresa está alimentando a los accionistas a costa de comerse las semillas que deberían haberse plantado para el futuro. Es importante analizar la fuente y sostenibilidad de los dividendos: ¿Provienen de beneficios reales y crecientes? ¿O la empresa está exprimiendo sus finanzas para mantener el “prestigio” de pagar dividendo? Cuando es lo segundo, estamos ante una situación peligrosa donde el dividendo actúa como espejismo. En la inversión, no todo lo que brilla es oro, y un dividendo brillante puede estar encubriendo una falta de generación de valor auténtico.
Ineficiencia fiscal de los dividendos frente a la reinversión de capital
Una de las críticas más serias a la inversión en dividendos es su ineficiencia fiscal en comparación con otras estrategias. Cuando una empresa paga un dividendo, el accionista debe tributar por ese ingreso de forma inmediata, normalmente como rendimiento del capital. En cambio, si la empresa reinvierte sus beneficios en su propio crecimiento (o si el inversor obtiene rendimiento vía apreciación del precio de la acción), los impuestos sobre esas ganancias pueden diferirse hasta el momento en que se vendan las acciones. Esta diferencia de tratamiento impositivo hace que, a largo plazo, los dividendos resulten menos eficientes en términos fiscales.
Imaginemos dos escenarios sencillos:
Una empresa paga un dividendo de 10€ por acción;
La empresa no paga dividendo pero el accionista decide vender una pequeña fracción de sus acciones para obtener esos mismos 10€ de liquidez.
¿Cuál es la diferencia fiscal? En el caso del dividendo, los impuestos se aplican sobre el 100% de los 10€ recibidos (como si todo fuera ganancia), mientras que en la venta parcial solo tributaría la parte proporcional de plusvalía. Por ejemplo, si las acciones se compraron a 100€ y ahora cotizan a 200€, vender 10€ en acciones implica que solo 5€ son ganancia real y sobre esa parte se pagan impuestos; con el dividendo, los 10€ completos se consideran ganancia imponible. Como resultado, el inversor acaba pagando más impuestos por recibir dividendos que por generar liquidez vendiendo acciones. En números simples, suponiendo un impuesto del 20%, el dividendo de 10€ costaría 2€ en impuestos, mientras que la venta de acciones solo costaría 1€ bajo las mismas condiciones. Esa brecha significa que la vía del dividendo puede implicar hasta el doble de carga fiscal en este ejemplo.
Además, existe el factor del diferimiento de impuestos. Al reinvertir las ganancias dentro de la empresa o simplemente no recibir dividendo (dejando que la acción se revalorice), el inversor pospone el pago de impuestos hasta la venta futura de los títulos. Esto permite aprovechar el crecimiento con el 100% del capital trabajando, en lugar de ir “pagando peajes” fiscales cada año. Con los dividendos, se pagan impuestos de inmediato y de forma recurrente, lo cual resta potencial de capitalización compuesta al patrimonio. A largo plazo, el impacto del diferimiento es significativo: pagar impuestos lo más tarde posible mejora la rentabilidad neta, mientras que pagar “por adelantado” vía impuestos sobre dividendos disminuye radicalmente el efecto del interés compuesto. Desde esta perspectiva, la preferencia por dividendos periódicos sacrifica parte del beneficio final en favor de una gratificación inmediata pero menos eficiente.
No hay que olvidar tampoco la cuestión de la doble imposición. Antes de que el dividendo llegue al accionista, la empresa ya pagó impuestos sobre sus beneficios. Luego el accionista vuelve a tributar por ese mismo dinero al recibirlo como dividendo. Muchos países mitigan esta doble imposición mediante créditos fiscales o retenciones en origen con convenios internacionales, pero rara vez se elimina por completo. Por ejemplo, un inversor español con acciones extranjeras puede perder una fracción de sus dividendos en retenciones que no son recuperables del todo.
En definitiva, desde el punto de vista fiscal los dividendos sufren más trabas: son ingresos gravados inmediata y completamente, con posibles pérdidas adicionales por doble imposición, frente a la reinversión de capital que permite optimizar y planificar mejor el impacto fiscal. Esta ineficiencia fiscal es un primer indicio de que la obsesión por las acciones “que reparten” puede ser contraproducente para el inversor de largo plazo.
Indicador de falta de oportunidades de crecimiento
Otro argumento es que cuando una empresa reparte una porción significativa de sus beneficios como dividendos, podría estar mostrando una falta de oportunidades de crecimiento interno. En teoría, si la empresa tuviera proyectos de inversión atractivos (nuevos productos, expansión a mercados, mejora de infraestructura, I+D, etc.), lo lógico sería destinar los beneficios a esos proyectos con alta rentabilidad esperada en lugar de distribuirlos a los accionistas.
Pagar dividendos puede implicar que la empresa no sabe en qué emplear ese dinero para crecer más, lo que sugiere que su potencial de expansión es limitado. Por ello, se suele ver a las empresas de alto crecimiento (sobre todo tecnológicas o startups) reinvirtiendo todas sus ganancias en lugar de pagar dividendos. Muchas de las compañías más exitosas del mundo en sus primeras décadas de vida no repartieron dividendos (piensa en Amazon, Google o Facebook en sus inicios), porque consideraban que cada dólar reinvertido podía generar más valor futuro que un dólar entregado hoy al accionista.
Un dividendo elevado no siempre es motivo de alegría, sino que podría ser una señal de estancamiento. Empresas muy maduras, con mercados saturados o sin ideas para crecer, tienden a destinar un porcentaje alto a dividendos. El accionista recibe efectivo, sí, pero al coste de que la empresa pierde oportunidades de reinversión que podrían multiplicar ese dinero en el futuro. En vez de ver el dividendo como un regalo, algunos inversores críticos lo ven como dinero que la empresa no pudo utilizar productivamente. De hecho, distribuir efectivo a los accionistas en lugar de reinvertirlo implica que la dirección ha evaluado que no existen proyectos internos con retornos superiores al coste de capital. Esto puede suceder porque la empresa ya conquistó su mercado y sólo le queda explotar negocios de crecimiento bajo. Para un inversor enfocado en crecimiento, esa situación no es ideal.
Por supuesto, hay matices: no todas las empresas que pagan dividendos están estancadas, y muchas buscan un equilibrio entre remunerar al accionista y seguir creciendo. Sin embargo, depender demasiado del dividendo suele asociarse a negocios en fase madura. Incluso algunos inversores desconfían de las compañías que pagan dividendos muy altos porque “no son capaces de rentabilizar ese dinero para poder seguir creciendo” – es decir, prefieren devolverlo al accionista antes que arriesgarse en proyectos nuevos. En contraste, las empresas de alto crecimiento utilizan sus ganancias para expandirse, lo cual suele crear más valor a largo plazo que el dividendo.
En resumen, un dividendo generoso puede ser un arma de doble filo: por un lado agrada al accionista en el corto plazo, pero por otro puede implicar que la compañía renuncia a oportunidades de crecimiento, lo que a la larga podría limitar la apreciación del precio de sus acciones.
Riesgos ocultos al invertir en empresas que priorizan dividendos
Las acciones con altos dividendos suelen percibirse como inversiones “seguras” o conservadoras, pero en realidad conllevan riesgos ocultos que el inversor debe considerar. Algunos de estos riesgos no son evidentes a simple vista porque quedan tapados por la promesa de un pago periódico. A continuación, se destacan varios peligros de centrar la estrategia en empresas que priorizan dividendos sobre la reinversión:
Trampas de rentabilidad: Un dividendo extraordinariamente alto puede ser una señal de alerta más que una oportunidad. A veces el porcentaje de rentabilidad por dividendo sube porque el precio de la acción ha caído drásticamente debido a problemas en el negocio. Invertir atraído solo por un dividendo jugoso puede llevar a comprar compañías en apuros. Estas llamadas “trampas de dividendo” dejan al inversor expuesto a recortes de dividendo inesperados y pérdidas de capital cuando finalmente el mercado reconoce la precariedad de la empresa. Un dividendo alto no sirve de nada si la empresa que lo paga está en declive, ya que probablemente ese pago no sea sostenible.
Concentración sectorial y falta de diversificación: Muchas empresas que reparten dividendos generosos pertenecen a sectores tradicionales como servicios públicos, telecomunicaciones, banca, petroleras o consumo básico. Al enfocarse solo en estas acciones, es fácil terminar con una cartera concentrada en pocos sectores y con exposiciones elevadas a ciertas industrias. Esto significa que si un sector atraviesa dificultades (por cambios regulatorios, disrupción tecnológica o crisis específicas), la cartera sufrirá de forma desproporcionada.
Además, una estrategia puramente de dividendos tiende a excluir a compañías de sectores de alto crecimiento (tecnología, biotecnología, renovables, etc. que típicamente no pagan dividendos en fases tempranas). El resultado es una diversificación incompleta: se deja fuera una parte importante del mundo de inversiones, lo cual aumenta el riesgo de perderse grandes ganadores y de sufrir por concentración de industrias.
Lograr una diversificación adecuada solo con acciones dividenderas requeriría comprar decenas de empresas de distintas geografías y sectores, algo complejo y poco eficiente, especialmente considerando que hoy existen fondos indexados de bajo coste que diversifican de forma más sencilla. Ya no sólo por el control, sino porque las enormes comisiones mermarían enormemente la rentabilidad.Payout ratio elevado y fragilidad financiera: Cuando una empresa dedica la mayor parte de sus beneficios (o incluso más de lo que gana) a pagar dividendos, su payout ratio es excesivamente alto. Esto deja poco margen de maniobra ante cualquier contratiempo: una caída temporal en las ganancias, un aumento de costes o una inversión imprevista pueden forzar a la empresa a endeudarse o a recortar el dividendo. Las empresas que priorizan el reparto sobre la prudencia financiera se vuelven más frágiles ante fluctuaciones económicas. Un payout sostenible suele estar por debajo de cierto umbral (por ejemplo, 50-60% de los beneficios, dependiendo del sector). Cuando se ven ratios de 80-90% o más, el dividendo pende de un hilo. Invertir en compañías que reparten casi todo su beneficio es arriesgado porque cualquier bache en el camino las deja sin colchón para mantener el pago.
Riesgo de recorte repentino del dividendo: Ligado a lo anterior, está el peligro de que una empresa reduzca o elimine su dividendo de golpe. Esto puede ocurrir por crisis económicas (muchas empresas recortaron sus dividendos durante la Gran Recesión de 2008-2009 o al inicio de la pandemia de 2020), pero también por decisiones estratégicas o necesidad de supervivencia.
El inversor en dividendos a veces no ve venir el recorte hasta que ocurre, y para entonces no solo pierde la renta esperada, sino que suele enfrentar una caída abrupta del valor de la acción. Históricamente, compañías consideradas seguras llegaron a recortar dividendos: por ejemplo, gigantes financieros o industriales que durante décadas pagaron dividendos tuvieron que suspenderlos en momentos de crisis. Confiar ciegamente en el dividendo puede hacer que el inversor ignore señales de deterioro en la empresa, hasta que es demasiado tarde.Sensibilidad a tipos de interés y factores externos: Las acciones de dividendo a menudo se comportan de forma parecida a los bonos en ciertos aspectos, ya que muchos inversores las compran por su flujo de ingresos. Esto implica que cuando suben los tipos de interés en la economía, las acciones de alto dividendo pueden volverse menos atractivas (pues los inversores consiguen rentas similares en activos más seguros como bonos). En entornos de subidas de tipos, estos valores pueden sufrir rotaciones en contra y ver caer su cotización. Al contrario, en entornos de tipos muy bajos, a veces se inflan demasiado porque los inversores las buscan desesperadamente por rendimiento, lo que puede crear valoraciones exageradas. En ambos casos, factores externos al desempeño real de la empresa (como la política monetaria) pueden afectar mucho a las acciones, añadiendo un riesgo que el inversor medio tal vez no esperaba.
Las empresas que priorizan los dividendos sobre la reinversión tienen vulnerabilidades específicas: pueden convertirse en “trampas de valor”, pueden ofrecer menor diversificación, pueden ser frágiles ante imprevistos y susceptibles a cambios en el entorno económico. Estos riesgos quedan a veces ocultos tras la imagen de estabilidad que ofrece un dividendo periódico, pero el inversor debe identificarlos antes de comprometer su dinero.
Dividendos vs. crecimiento: el coste de oportunidad de la reinversión
Una forma de evaluar si la estrategia de dividendos está sobrevalorada es compararla con otras estrategias de inversión, especialmente con aquellas enfocadas en la reinversión en empresas de crecimiento. Aquí es donde entra en juego el concepto de coste de oportunidad: el capital destinado a acciones por sus dividendos podría haberse invertido en otras empresas con potencial de mayor revalorización. Muchos se preguntan: ¿Qué me conviene más, una empresa que me paga regularmente un 5% anual, o una empresa que no paga nada pero crece sus ingresos y beneficios a tasas de 20% al año? La respuesta depende del objetivo y horizonte de cada uno, pero hay que considerar lo que se deja de ganar al obsesionarse con el dividendo.
Históricamente, buena parte del crecimiento del mercado bursátil ha venido de compañías que no pagaban dividendos significativos durante sus etapas de expansión. Si un inversor se limita solo a acciones con dividendo, podría perderse la próxima “Microsoft” o el próximo “Amazon” simplemente porque estas no reparten utilidades en efectivo mientras están en su fase de explosión de crecimiento. De hecho, centrarte en dividendos puede hacerte ignorar sectores enteros donde la filosofía es reinvertir para crecer en lugar de repartir. Esto representa un coste de oportunidad alto: quizás las empresas dividenderas den estabilidad y cierta renta, pero las empresas de alto crecimiento podrían multiplicar el capital en el mismo periodo.
Otro punto a es la diferencia en el uso del capital: cuando una empresa retiene sus ganancias para reinvertirlas, ese capital compuesto puede generar retornos exponenciales si la empresa logra altas rentabilidades. Por el contrario, cuando ese dinero se paga como dividendo, la pelota pasa al tejado del inversor: debe decidir cómo reinvertirlo por su cuenta, previo pago de impuestos. Muchos inversores, de hecho, optan por recomprar más acciones con sus dividendos. Pero pensemos un momento: eso equivale a que la empresa hubiera retenido el beneficio y lo hubiera reinvertido en sí misma. Si el inversor termina reinvirtiendo los dividendos en las mismas acciones, ¿no sería más sencillo que la empresa directamente no se los diera y aumentara su valor intrínseco?
La diferencia es que con la ruta del dividendo el inversor pagó impuestos por el camino y tuvo que ejecutar la reinversión manualmente, posiblemente a precios de mercado menos favorables. Es decir, se dio una vuelta que podría haberse evitado. En economía financiera existe la teoría de la irrelevancia del dividendo (Miller y Modigliani-1961), la cual en condiciones ideales sostiene que da igual recibir dividendos o no, porque el valor total para el accionista debería ser el mismo. En la práctica, esas condiciones ideales no se cumplen principalmente por los impuestos y fricciones, de modo que sí hay diferencia, y suele ser a favor de la reinversión interna en lugar de los pagos externos.
También es válido mencionar la alternativa de vender acciones de crecimiento para obtener liquidez cuando se necesite, frente a vivir del dividendo. Mejor retirar un porcentaje moderado de cartera total (por ejemplo un 3-4% anual) vendiendo activos, en lugar de perseguir acciones que paguen exactamente ese 3-4%. Esta es la lógica de la “estrategia de retiro” . Si uno posee una cartera diversificada enfocada en maximizar el retorno total (apreciación + eventual dividendo), puede generar su propio “dividendo” vendiendo un poco cuando hace falta. Tiene la ventaja de que uno controla el flujo según sus necesidades y puede optimizar fiscalmente que activos vender y cuándo. En cambio, el enfoque exclusivo en dividendos delega esa decisión a las empresas, lo que como vimos puede no alinear con el mejor interés del inversor en cuanto a timing y eficiencia.
Vale, pero invierto en dividendos de empresas de calidad
Una objeción habitual es: “Sí, pero yo selecciono cuidadosamente empresas de calidad, con ventajas competitivas duraderas, balances sólidos y un historial impecable de dividendos crecientes. Así evito las trampas que describes”. Sin duda, centrarse en compañías con negocios robustos y perspectivas estables puede mitigar algunos de los riesgos mencionados –por ejemplo, la posibilidad de quiebra o de recorte es menor en una empresa fuerte–. Sin embargo, incluso en esas condiciones, no desaparecen los inconvenientes de la estrategia:
Ineficiencia fiscal persistente
Por muy excelente que sea la empresa, el pago del dividendo sigue estando sujeto a tributación inmediata y, a menudo, a doble imposición. Esa losa fiscal no se reduce por el hecho de que la compañía sea de más calidad; el inversor verá disminuir cada reparto tras el pago de impuestos, mientras que la opción de reinversión interna o de recompra de acciones minimiza la carga impositiva.Coste de oportunidad frente a la reinversión
Empresas de calidad, al igual que cualquier otra, pueden estar relegando oportunidades de crecimiento cuando priorizan un dividendo alto. Un negocio maduro puede generar caja estable y repartir parte de ella, pero si su competencia o nuevos entrantes están reinvirtiendo agresivamente en innovación, el dividendo quizá signifique que la compañía está dejando de explorar vías de desarrollo. Aunque no todas las empresas “de calidad” carecen de oportunidades de crecimiento, tampoco están exentas de quedar rezagadas si su foco se vuelca en la remuneración al accionista a corto plazo en lugar de la reinversión.Riesgo de complacencia y sobrevaloración
Incluso las llamadas “aristócratas del dividendo” pueden sufrir sobrevaloración en entornos de tipos de interés bajos, cuando los inversores buscan desesperadamente rendimientos en acciones estables. Esto eleva las cotizaciones y reduce la rentabilidad futura, creando un escenario en el que el inversor paga demasiado por cada euro de dividendo. Aunque se trate de una empresa sólida, comprarla a un precio excesivo limita el potencial de ganancia y aumenta el riesgo de caídas si el mercado se corrige.Historial pasado no garantiza futuro
Hay numerosos ejemplos de compañías que parecían “indestructibles” –algunas con décadas incrementando sus dividendos– y que, ante crisis específicas o transformaciones radicales de su sector, se vieron obligadas a recortar o suspender pagos. Ni el tamaño ni la reputación protegen al inversor de cambios disruptivos en la industria. La complacencia (“esta empresa es tan grande y tiene un historial tan largo que nunca recortará”) puede llevar a ignorar señales tempranas de deterioro.El argumento de la calidad no neutraliza el debate
Aunque elegir empresas con elevados estándares de calidad reduce probabilidades de quiebra o manipulaciones, no elimina la ineficiencia fiscal ni el hecho de que, en ocasiones, un dividendo alto refleja pocas oportunidades de reinversión. Tampoco contrarresta el posible coste de oportunidad de no estar invertido en compañías de crecimiento que podrían multiplicar el capital a largo plazo.
En definitiva, invertir en “dividendos de calidad” puede ser preferible a lanzarse sin criterio a por compañías con cualquier dividendo elevado. Sin embargo, la naturaleza misma del dividendo –su impacto fiscal, la renuncia a la reinversión y la vulnerabilidad a ciclos y disrupciones– sigue presente incluso en las empresas más sólidas. Seleccionar buenas compañías reduce algunos riesgos, pero no anula los argumentos expuestos: la estrategia basada en dividendos continúa siendo menos eficiente en términos impositivos, conlleva un coste de oportunidad elevado y no está exenta de recortes futuros.
Ahora bien, si tu deseo es invertir plenamente en acciones que repartan dividendo hazlo al menos con unos altos estándares de calidad, una cartera controlable en términos de número de posiciones, poco endeudada y reduce al máximo la rotación de las mismas para no pagar elevadas comisiones y por tanto, reducir rentabilidades.
Espero haberte ayudado a tener una perspectiva completa, y no sólo las bondades que siempre se comentan, sobre este tipo de estrategia.
Excelente artículo, me ha sido muy útil. Gracias!
Mi principal critica a este tipo de inversión, es que pienso que la rentabilidad es demasiado baja para los riesgos implícitos de invertir, ademas del costo de oportunidad, la rentabilidad real es mínima cuando consideramos la inflación y la carga fiscal. saludos