Estos últimos días me han llegado muchos correos, mensajes y comentarios pidiéndome consejo sobre qué hacer con el dinero invertido, o a punto de invertirse, en estos tiempos llenos de noticias alarmantes. Evidentemente, no puedo responder uno por uno esos correos, con lo que espero que esta publicación pueda ayudar. Por si alguien se ha perdido las últimas noticias, que no creo: Donald Trump ha emprendido una guerra arancelaria como nunca habíamos visto. Tarifas aquí, restricciones allá, tuits incendiarios por todas partes. El caos en los mercados está servido. Así que he decidido escribir este artículo para responder a la pregunta que muchos me formulan: “¿Qué hago con mi cartera de inversión ahora?”.
Antes de nada, una aclaración importante: no soy nadie para deciros qué hacer con vuestro dinero. Soy el primero que insiste en que cada persona debe tomar sus propias decisiones de inversión basándose en su situación, objetivos y tolerancia al riesgo. No soy un gurú que pretenda adivinar lo que hará el mercado a corto plazo. De hecho, desconfío profundamente de quienes lanzan predicciones diarias y, cuando alguna se cumple, la proclaman a los cuatro vientos, ocultando todos sus fracasos anteriores. No, mi intención es simplemente compartir lo que hago y el porqué lo hago. Podéis estar de acuerdo o discrepar, pero en ningún momento pretendo dictar cátedra.
Mi manera de entender la inversión: “siempre invertido”
Cuando se desata una crisis, la reacción más común suele ser “salir corriendo”: venderlo todo, pasarse a liquidez y esperar a tiempos mejores. O, de forma análoga, quedarse en liquidez a la espera de un colapso del mercado que nos permita comprar más barato. Como decía uno de mis mentores, esa postura es muy tentadora: “subamos todos a la rueda y esperemos el gran crash para entrar a precios de ganga”. Pero la realidad suele ser otra. Nadie puede saber cuándo llegará ese crash —si es que llega—, ni predecir de forma fiable si, en vez de una bajada, veremos un subidón inesperado porque, por ejemplo, Trump llega a un acuerdo de la noche a la mañana. O al revés, que aun con un acuerdo aparente, el mercado “decide” que la incertidumbre no se disipa, y siguen las caídas.
Por esta razón, mi visión es la de mantenerme siempre invertido, concentrando el capital en empresas excelentes a precios razonables. Llueve, truene o haga sol. Y es exactamente lo que he hecho esta semana en plena tormenta arancelaria: he seguido comprando acciones de compañías que me parecen bien gestionadas, con barreras de entrada, ventajas competitivas y flujos de caja sólidos. ¿Podrían caer en el futuro cercano? Sí, no lo descarto. Pero no compro para vender la semana que viene: lo hago pensando en décadas, en mi jubilación y en el crecimiento que espero se acumule con los años. Quizá la clave está en no aplicar las frases de Buffett y Munger solo cuando todo sube, sino también cuando las cosas se ponen feas y nadie quiere oír hablar de la bolsa.
Puedes consultar mis últimos movimientos y cartera actualizada en la siguiente publicación (para suscriptores premium). Cartera que a pesar de estar cayendo, lo hace mucho menos que el mercado dada la resiliencia de sus empresas.
Muchos me preguntan: “¿Por qué no esperas unas semanas, a ver si la tensión arancelaria crece más y los precios bajan para entrar todavía más barato?”. Mi respuesta es: no sé si eso sucederá. Nadie lo sabe. Quizá estamos viendo el principio de una crisis de mercado que durará meses, e invertir ahora me salga caro. O quizá el propio Trump se despierte mañana de mejor humor y firme un pacto con China, con Alemania, con Latinoamérica, y de golpe los aranceles se relajen o retrocedan, y el mercado se dispare al alza. En cualquiera de los dos casos, habrá gente intentando adivinarlo. Unos acertarán y otros no. Pero yo prefiero mi estrategia de siempre: invertir cuando encuentro valor, y dejar de invertir cuando no veo oportunidades razonables. Hasta ahora, es un método con el que me siento cómodo. No predigo el futuro a corto plazo; prefiero centrarme en negocios duraderos, robustos y capaces de generar buenos rendimientos en un plazo de 10, 15 o 20 años.
El artículo de Buffett en 2003: la semilla de esta guerra arancelaria
Lo he dejado traducido en el canal de WhatsApp.
Warren Buffett en 2003, publicó en la revista Fortune un artículo titulado: “America’s Growing Trade Deficit Is Selling the Nation Out From Under Us. Here’s a Way to Fix the Problem—And We Need to Do It Now”. En ese artículo, Buffett expresaba su preocupación por los crecientes déficits comerciales de Estados Unidos y lo que eso suponía para la riqueza nacional en el largo plazo. Decía, en pocas palabras, que cuando un país cada año importa mucho más de lo que exporta, ese déficit comercial se va financiando con la venta de activos —plantas, empresas, bonos, etc.— a manos extranjeras. Un proceso que, si persiste, acaba por vender el país “desde dentro hacia fuera”.
Para explicarlo, Buffett usaba un ejemplo ficticio con dos islas, “Derrocholandia” y “Ahorrilandia”: una vive de préstamos y se dedica a hacer poco, mientras la otra trabaja y produce más de lo que consume. Con el tiempo, la isla ahorradora acaba adueñándose de la isla derrochadora sin pegar un tiro, simplemente a base de comprar sus activos cuando la isla derrochadora no podía pagar los bienes que importaba. Aunque la analogía sea muy simplificada, es útil para entender la lógica de Buffett: un déficit comercial crónico, tarde o temprano, te pasa factura.
Buffett proponía una especie de “arancel universal” que, en lugar de penalizar a ciertos países o sectores, gravaría todas las importaciones a través de la emisión de lo que él llamaba “certificados de importación”. La idea era que esos certificados se obtendrían exportando, y quien quisiera importar debería comprarlos a los exportadores. En teoría, el volumen total de importaciones no podría superar al de exportaciones: se forzaría un equilibrio de la balanza comercial. Decía que esa medida no era realmente distinta de un arancel (y reconocía que podía encarecer bienes importados), pero que no discriminaría por país o por producto; además, al quitar el estímulo a las importaciones, fomentaría la producción nacional y reduciría el déficit comercial.
¿Por qué Trump ha subido los aranceles de forma tan agresiva en 2025?
Llegamos así a la razón que podría estar llevando a Donald Trump, de vuelta en la presidencia, a subir repentinamente los aranceles sin miramientos. Por un lado, Trump siempre ha sido muy crítico con el déficit comercial de Estados Unidos. Su discurso, desde incluso antes de su primera presidencia, enfatizaba la idea de que otros países se “aprovechaban” de EE.UU. y que era vital “recuperar” la riqueza nacional. Podríamos decir que Trump y Buffett comparten, en el fondo, la inquietud de que un desequilibrio comercial sostenido perjudica los intereses económicos y geopolíticos de EE.UU. A partir de ese punto de acuerdo, difieren en los métodos: Buffett proponía un sistema general y estructurado, mientras Trump se inclina por imposiciones arancelarias más selectivas, amenazas en Twitter, negociaciones bilaterales durísimas y, al final, subidas abruptas para presionar.
No soy experto en política internacional, y por supuesto no aspiro a saber qué pasa por la cabeza de Trump ni por la de sus asesores. Pero mi opinión personal es que este tipo de medidas extremas responden a varios factores:
Factor electoral: subir los aranceles (y presentarlo como un castigo a países que “no juegan limpio”) es una maniobra populista que puede gustar a cierto sector de votantes, sobre todo en estados industriales. Proyecta la imagen de un presidente duro que “defiende los empleos nacionales”.
Herencia de un déficit comercial histórico: independientemente de Trump, las últimas décadas han visto cómo la balanza comercial de EE.UU. se inclinaba con más fuerza en importaciones. Grandes capitales extranjeros han inundado el país. Es posible que las alarmas de Buffett y otros hayan calado en el discurso político, sirviendo de argumento para “cortar por lo sano” y poner altos impuestos a las importaciones.
Efecto de corto plazo: a Trump le interesa ver un impacto inmediato en ciertos sectores que habrían sido dañados por la competencia exterior. Al imponer aranceles altos, se incentiva (por la vía del encarecimiento del producto extranjero) que el consumidor o las empresas compren producción local, aunque suba de precio, buscando así revitalizar la manufactura interna. Puede ser efectivo a corto plazo, pero muchos economistas advierten de represalias a largo plazo.
Táctica de negociación: Trump ha sido siempre un negociador agresivo. En su libro “The Art of the Deal”, abogaba por arrancar las conversaciones desde una posición que descolocara a la otra parte. Sus amenazas y decisiones drásticas suelen ser parte de un plan de regateo, donde busca que el otro lado (China, la Unión Europea, México, etc.) ceda más rápido. El problema es que también se arriesga a desestabilizar la economía mundial y generar más incertidumbre, un factor que los mercados detestan.
Estos son solo algunas de las razones que podrían explicar la postura de Trump. No pretendo tener la verdad absoluta. Mi intención es abrir el debate: ¿hasta qué punto está justificado frenar de golpe un déficit comercial? ¿Debería EE.UU. imitar algo parecido a la propuesta de Buffett? ¿Se mitigaría así el riesgo de una contracción global? ¿O, por el contrario, es preferible liberar el comercio y dejar que el mercado se equilibre solo?
Mi conclusión (y por qué no dejo de invertir)
En lo que respecta a mi cartera la guerra arancelaria de 2025 no me ha hecho cambiar mi filosofía de inversión. No tengo en cuenta la macro para decidir cuándo compro o vendo, aunque sí me gusta estar informado de lo que ocurre en el mundo, en parte para entender el contexto y en parte porque me apasiona aprender. Sin embargo, cuando se trata de pulsar el botón de “comprar acciones”, sigo la misma ruta: busco empresas que cumplan con mi criterio de excelencia, ventajas competitivas duraderas y un precio razonable. Luego las adquiero y las mantengo mientras no cambien los fundamentos.
¿Puede que pague un coste temporal si el mercado se desploma? Sin duda. Pero intentaré aprovechar para comprar más, siempre que mi análisis me lo permita. Tampoco descarto vender si la tesis de una compañía se desmorona. Lo que no haré es volverme loco con idas y venidas de liquidez cada semana según lo último que haya dicho Trump o cómo haya reaccionado el mercado a sus tuits. Ese juego no va conmigo.
Time in the market »»»» Market timing
La lección que aprendí de Buffett y que trato de aplicar es que el mercado es un mecanismo de transferencia de riqueza de los impacientes a los pacientes. Como inversor a largo plazo, prefiero construir mi patrimonio con visión de décadas. Sé que en el camino habrá crisis, booms, desastres políticos, acuerdos inesperados y todo tipo de vaivenes. Trump no es la primera ni será la última fuente de incertidumbre. En cada época, han existido noticias que parecían aterradoras (conflictos, quiebras, cambios regulatorios, etc.) y, sin embargo, los que aguantan en buenas empresas suelen salir adelante.
De modo que mi consejo (por llamarlo de algún modo) es el que repito siempre: haced vuestra propia tarea de análisis, decidid qué tipo de riesgo estáis dispuestos a asumir y recordad que se invierte para el largo plazo. Pero desde mi visión de inversor “paciente” —algunos dicen que “aburrido” o carente de inteligencia por no saber prever lo que hará el mercado—, no veo motivo para entrar en pánico por la nueva guerra arancelaria de Trump. Más bien lo considero otro capítulo de la historia económica que se escribirá en los próximos años. Y cuando uno mira las cosas con perspectiva, recuerden lo que solía decir Peter Lynch: “los mercados suben dos de cada tres años”.
¿Podrá Trump empeorar la economía global con sus aranceles? Quizá. ¿Podrá arreglar algo a corto plazo? También podría. Nosotros, mientras tanto, seguiremos centrados en lo que controlamos: elegir negocios con futuro y mantenernos fieles a nuestra estrategia. Así que, en vez de obsesionarnos con las noticias diarias, aprovechemos para leer, aprender y, cuando surjan bajadas, buscar oportunidades de compra en acciones que teníamos en el radar. Lo importante es no dejarnos llevar por el miedo o la euforia del momento. Igual que aconseja Buffett, o Munger, o Graham, o Fisher, o tantos otros grandes inversores que entendieron que la bolsa es un mar de volatilidad de corto plazo, pero un “poderoso generador de riqueza” a largo plazo, si escogemos con cuidado y paciencia.
Ahí queda mi reflexión. Como veis, no doy recetas mágicas; solo comparto lo que hago. Al final, vosotros sois dueños de vuestras finanzas y tomáis las decisiones que consideréis correctas. En mi caso, permaneceré siempre invertido, aunque con un ojo puesto en los movimientos de mercado para cazar gangas, cuando vuelva a tener liquidez. Y, si mañana Trump cambia de humor, quizá el mercado suba y todos respiraremos un poco. O quizá no. Sea como sea, la inversión a largo plazo no cambia, ni tampoco la idea de que los grandes negocios seguirán ganando dinero, con o sin aranceles, a lo largo de los años.
En el siguiente artículo, explique detalladamente como podrían afectar los aranceles a cada una de las empresas de la cartera.
Donald Trump y los aranceles
Desde hace unos meses, la administración de Donald Trump parece haber dado inicio a una nueva guerra arancelaria, cuyo objetivo es fortalecer la economía estadounidense, devaluar el dólar y mejorar la competitividad de sus exportaciones. No pretendo juzgar si estas medidas son correctas o no, pero me parece interesante analizar el impacto que podrían tener en mi cartera de inversión.
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Buenos días, Juan! Coincido en casi todo contigo aunque yo soy más partidario de ir comprando poco a poco en las bajadas y no gastar toda la "artillería" de golpe. Si sigue bajando, puede seguir comprando y si se da la vuelta, pues a esperar otra oportunidad. Quizá peco de excesivamente conservador pero mi obsesión es no perder. Un saludo!
Genial post , bien explicado y con mucho sentido común , solo añadiría el hecho de que de aquí a final de año EEUU tiene que refinanciar su deuda (ingestas cantidades de dolares a pagar por intereses ) y esto también es una medida de presión o una treta para que la FED baje tipos de interés de aquí a final de año. Veremos si lo consigue o no , pero en cuanto lo consiga como vinieron los aranceles se irán o se reducirán mucho .